Porque en momentos de debilidad no importa si todo queda en silencio: los actos hablan. Y mucho. Cada gesto es un sin fin de palabras, que no se acallan, sino que comienzan en susurros y terminan en gritos, gritos que nos llenan de euforia y de alegría en el interior... porque en ese momento ESO es lo que tenemos: pequeños gestos de cariño que nos brindan para apalear las adversidades. Sólo tenemos abrazos, caricias, solo éso, cuando tenemos el corazón hecho trizas y estamos juntando con los ojos empañados de lágrimas los pedazos de nuestra alma estrellada contra la realidad.
Agus, "Viejo, pobre, peligroso"
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